Las necesidades nutricionales del individuo cambian a lo largo de la vida, y es de especial importancia adecuarlas durante el envejecimiento. Factores físicos, sociales y económicos condicionan la alimentación de las personas mayores. Si el estado nutricional del individuo se altera, lo hace su calidad de vida. Y si, además, aparecen patologías y/o consecuencias secundarias a patologías crónicas, aumenta la vulnerabilidad a un desequilibrio en el estado nutricional.

El colectivo de mayores es el grupo de población con más casos de malnutrición, sobre todo por desequilibrios en la ingesta de nutrientes y energía. Un buen programa de educación nutricional ayuda a conocer las necesidades individuales y prevenir y/o tratar enfermedades producidas por desequilibrios en su alimentación.

“La dieta debe contener al menos 4 comidas diarias, la suficiente cantidad de agua y la textura adecuada para que sea conveniente, apetecible y saludable,” explica la profesora del Máster Universitario en Gerontología y Salud de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, Esther Fuentes Marhuenda. De esta manera, además, se previene la deshidratación y se atiende los problemas de disfagia, o defecto en la deglución, una de las principales causas de la malnutrición en este grupo de población.

“Si adecuamos la dieta a las necesidades nutricionales y capacidades deglutivas del mayor, evitamos la malnutrición y prevenimos patologías; mejorando la respuesta al tratamiento farmacológico en caso de enfermedad,” afirma Fuentes, editora del libro Nutrición, Edad y Vitalidad.